Medir distancias y ver el hueco

Cuentan los más viejos de la localidad que en vísperas de Pascuamayo se traían los toros hasta la Venta de San Andrés, que allí se quedaban hasta las fiestas. Dicen que el día del encierro el gentío se asomaba al Saltadero y veían subir la manada con los bueyes.
– Ya han salido, ya vienen por el Cerrillo Blasico
Ya, los cohetes te ponían los corazones de corbata. Y empezaba la carrera: el ruido de los cencerros, las pezuñas, los resoplidos,… Mirar hacia atrás, medir distancias; mirar al frente, los huecos, las ventanas por si un caso. Las mozas que gritaban desde los balcones y las esparteñas que se escurrían en las piedras de la calle…
Por la puerta de Paco Clavijo, los mozos se abrían en abanico y entraban en la plaza, aliviados por el firme del albero; desesperados, los de las distancias cortas. Y ahora venía la duda: el refugio de la barrera o mantener el tipo alrededor del pilar,… ¿dónde está la del pañuelo colorao?
Saltar al agua, lo último, se te acababa el encierro.
Gloria para los valientes, la revancha para los caidos; emoción en los palos de las gradas; impaciente anhelo en los pequeños y recuerdos en los mayores; amores que empiezan en las primaveras de Santisteban.
Cuando las reses barrían toda la plaza, el mayoral encerraba la manada en el toril de Don Joaquín. Apenas tres minutos y volvían a salir los bueyes; por la puerta de Palacio, bien adiestrados bajaban por Joaquín Mercado la actual Joaquín Mercado y por la Sagasta. Otra vez a la Venta a por el segundo grupo del encierro y todo se volvía a repetir. Una segunda oportunidad.
Quizás sea ingenuo, pero siempre he pensado que la historia sirve para hacernos más humanos, mas sociales. Mantener la memoria nos produce una indefinible sensación de bienestar. El pasado nos otorga el centro de gravedad para afrontar el futuro.
Mirar hacia atrás para medir distancias y mirar hacia adelante para ver el hueco.